Creían en una vida de ultratumba, y se preparaban para ella, tanto siguiendo unas normas determinadas (Libro de los muertos) como preparando la tumba.
Antiguamente solo los faraones tenían derecho a
participar en la vida futura, pero al llegar el nuevo imperio todos los
egipcios esperaban vivir en el más
allá, y se preparaban, de acuerdo a sus posibilidades económicas, su
tumba y su cuerpo; a los cadáveres se le extraían los órganos, que eran
depositados en los Vasos canopos, y después cubrían el cuerpo con resinas para
preservarlo, envolviéndolo con lino. En la cámara funeraria se depositaban
alimentos y pertenencias del fallecido, para su uso en la otra vida.
Culto a los muertos
La cultura Egipcia veneraba los antepasados porque
querían conservar las enseñanzas morales y recordar los beneficios que habían
recibido. Además, pensaban que el ser humano no moría por completo, pues su
alma o ka, quedaba con vida, siempre y cuando el cadáver no se
destruyera. Con tal fin practicaron la momificación.
Depositaban ofrendas en las tumbas y colocaban junto al muerto el Libro de los Muertos, que contenía la fórmula con que el alma debería defenderse ante el Tribunal de Osiris. Después de un año, la momia se colocaba en una barca, para ser arrastrada por las aguas del Nilo, con rumbo a la eternidad.
Juicio a los muertos
De acuerdo a la mitología egipcia el alma comparecía
ante el Tribunal de Osiris. Hasta allí
era conducido por el dios Anubis,
donde 42 jueces examinaban su conducta eterna. El dios Thot, pesaba los pecados
en la balanza de la justicia. Si el platillo se inclinaba por el lado de la
culpabilidad, el alma era destrozada por un perro; de lo contrario podía
disfrutar la felicidad de los dioses.
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